Seis propuestas para el próximo milenio, de Italo Calvino

Allá por 1985, el autor italiano Italo Calvino fue invitado a dar un ciclo de conferencias en la Universidad de Harvard; el tema, sus propuestas para el próximo milenio, eran los rasgos que en su opinión debería de contener la literatura del s. XXI. Desafortunadamente, días antes de viajar a Harvard la muerte lo sorprendió, y sus seis propuestas quedaron en cinco, dejándonos a modo de testamento estas propuestas.

Se presenta la síntesis de cada una de estas propuestas:

Levedad. La literatura ha sido tradicionalmente el ámbito de materias graves, rotundas, serias, densas. Sin perjuicio de la seriedad, esta convención ha relegado a un segundo plano la ligereza, confundiéndola con la frivolidad. Esto no es así ni mucho menos. Frente a la pesantez de la materia empírica Calvino reivindica la naturaleza atómica suspendida en una mota de polvo, los cuerpos celestes y las cabezas en las nubes. La escritura es en el libro lo que el byte en la pantalla: no pesa, fluye sin dificultad y constantemente se transforma. Pero no es abandono: citando a Valéry, “Hay que ser ligero como el pájaro, no como la pluma”.

Rapidez. Gran lacra de la civilización cibernética, la velocidad se ha vuelto contra nosotros, y lamentamos no tener el tiempo para hacer las cosas lento y a fondo como antaño. Para Calvino, sin embargo, la lentitud no es valor en sí. La rapidez no roba la esencia al acto, al contrario: tanto es más nítida y poderosa la imagen que se forma cuanto menos preámbulos toma. La literatura debe aprender de los mecanismos sinápticos de nuestro cerebro que confieren su chispa a la inteligencia. Ser rápido, no obstante, no significa precipitarse, sino ser preciso. Festina lente, apresúrate despacio, es el lema de Calvino.

Exactitud. El lenguaje nos permite decir las cosas de formas muy diversas. De todas ellas sólo una es exacta. En literatura, pese a la creencia popular, el concepto de exactitud no es distinto al de la ciencia. La búsqueda de le mot juste no es sólo un sibaritismo estilístico, es la piedra de toque de todo el edificio literario. Hay una imagen esperando despertar en la imaginación de cualquiera de nosotros y el cometido del escritor es hallar la clave correcta, el orden preciso, las combinatorias adecuadas y la extensión idónea para que lenguaje e idea se fundan en una sola cosa.

Visibilidad. El hombre del siglo XXI, superado el alfabeto, se comunica por imágenes. Atrás quedan las polémicas babélicas y los choques entre lenguas, la imagen es el lenguaje universal. La imagen es todo lo que existe; del mismo modo, lo que no se ve, no existe. ¿Qué podemos hacer con esa recámara oscura de la mente que es el inconsciente, del que nada sabemos? ¿Qué nos importa de dónde provienen los sueños, si ese territorio oscuro no tiene rostro? El escritor pinta, recorta, tiñe, mueve, agita, compone lienzos con lo concreto y lo abstracto, del mismo modo que nuestra mente actúa como la moviola de la memoria.

Multiplicidad. No cabe ya hacer más libros que aquél que sea todos los libros. Puedes intentar abarcar el método enciclopédico, tratar de encerrar entre páginas el saber del universo, sólo para culminar en un prometeico fracaso. ¿A qué puede aspirar el escritor que busca el libro que contenga todos los libros? A un lenguaje sin barreras, a una escritura sin trabas, a una gran elipsis que abarque lo bajo y lo alto lo lejano y lo cercano lo cómico y lo serio lo minúsculo y lo inmenso… El libro del todo es aquél en el que todo (el hombre, el árbol, la piedra) habla con su propia voz.

El último concepto y que no fue posible desarrollar debido a su muerte repentina es:

Consistencia. Esta palabra aparece garabateada como título de la sexta propuesta que la muerte nos arrebató. ¿De qué consistencia querría hablar Calvino, el campeón de lo repentino y lo mudable? Quizás a la idea de solidez estructural detrás del movimiento. Del mismo modo que la belleza en un poema deriva de consistencia de las imágenes, el máximo afán al que aspira la literatura es al de crear un universo consistente, una relación sólida de imágenes. De la misma manera que el “Preferiría no hacerlo” de Bartleby el escribiente ritma la narración, la consistencia es el método para desvelar los sentidos ocultos en la miríada de concatenaciones de acontecimientos.

 

Fuente: http://www.papelenblanco.com/ 

 

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