Yo estaba quebrantado, quebrantado hasta la muerte por aquélla larga agonía; y cuando al fin me desataron y me fue permitido sentarme, sentí que mis sentidos me abandonaban. La sentencia, la terrible sentencia de muerte, fue la última frase distintamente acentuada que conmovío mis oídos. Después, el sonido de las voces de los inquisidores me pareció ahogarse en el murmullo indefinido de un sueño.
El pozo y el péndulo.
Edgar Allan Poe.
El tono de angustia es duro… sueño o realidad bien un abrazo Rub
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Tienes mucha razón Rubén, gran cuento. Un abrazo a la distancia.
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