Comparto este interesantísimo y divertido texto sobre el recorrido cultural obligatorio de todo aquél que guste de Drácula, Vlad Tepes, y su leyenda.
Una interesante guía de viaje.
† TRAS LAS HUELLAS DE LAS ESTACAS Y LOS COLMILLOS †
Nuremberg sería un buen comienzo. Pasee por el castillo y las murallas de la ciudad para poder compararla luego con las de Transilvania y Muntenia; baje a los “calabozos de los agujeros”, testimonio implacable de los procedimientos penales de la baja Edad Media.
Desde Viena pueden elegir dos rutas: la de Vlad Tepes en 1431 y la de Jonathan Harker en 1897. Continúe hasta Budapest, ciudad del gulash (que allí se llama pörkölt), de los exquisitos postres y del ardiente vino de Hungría. Y de Budapest nada más, porque es puro siglo XIX.
Siga el viaje hasta Cluj-Napoca (Klausenburg): siga la ruta de Jonathan Harker. No se esfuerce en buscar el Hotel Roydle, en el que Harker pernoctó, pues ya no existe. En cambio, visite el Museo de Historia Transilvania y admire la estatua de Matías Corvinus en la plaza junto a la iglesia de San Miguel.
Cluj-Napoca (200.000 habitantes) es por su tamaño la segunda ciudad del país y centro de la minería húngara en Rumania, que dispone aquí de una universidad, un Teatro Nacional y un Teatro de la Ópera. Última oportunidad de consumir los riquísimos postres antes de partir hacia el interior.
Bistrita es el centro de los asentamientos alemanes al norte de Transilvania. La posada que Stoker menciona, Corona Dorada, era pura ficción incluso en 1897, pero, gracias a la habilidad de los funcionarios de Turismo rumanos, existe hoy con el nombre de “Coroana de Aur”. Por fuera, es un edificio moderno y sin gusto: no se deje atemorizar, y abra las ventanas antes de entrar al comedor: el récord es de 36 mosquitos chupadores de sangre por noche.
No se desilusione y viaje a la mañana siguiente hacia el paso del Borgo. Mientras tanto, incluso los mismos rumanos han descubierto el enorme potencial turístico de Transilvania. En 1977, se inaugura el Hotel del Castillo de Drácula… “Se escuchaba en lugares precisos una cinta grabada con simpáticos aullidos de lobo y los turistas van a su encuentro a través de nebulosos crepúsculos”, según un autor inglés.
Suceava (60.000 habitantes), antiguamente la capital de Moldavia (hasta 1565). En el sector este de la ciudad está el castillo del príncipe, que Mehmed II atacó en vano en 1476. No lejos de allí, contemple la gigantesca estatua de Esteban el Grande. Se recomienda el Hotel Bucovina (excelente pastrana, carne de cordero ahumada).
A partir de allí, explorar los Conventos de Moldavia, sin exagerar, una de las joyas de Europa, con impresionantes frescos exteriores de varios siglos de antigüedad. Especialmente en los conventos de Moldovita, Humor y Voronet, se encuentran referencias temáticas al siglo XV (sitio de Constantinopla, disputas entre latinos y griegos, etc.) Putna, casi en la frontera con Rusia, pero sobre todo Sucevita, son testigos (por su carácter de castillos defensivos) de la importancia militar de los conventos.
Brasov (Kronstadt, 200.000 habitantes). Como Vlad Tepes en el exilio, viaje desde Suceava a Brasov. En el caso de que haya sido descubierto por Drácula, debe elegir con disimulo la ruta de los Cárpatos, quizá por el desfiladero de Bicaz.
Sighisoara (Schässburg, 30.000 habitantes). Se le llama con toda justicia “la Dinkelsfühl transilvana”. Junto a la casa natal de Vlad Tepes, cerca de la Torre del Reloj, suba las escaleras del colegio hasta el castillo de la montaña. El cementerio situado detrás de la iglesia gótica de la montaña es una reminiscencia del poder y el dominio alemanes en el pasado.
Sibiu (Hermannstadt, 120.000 habitantes). Se recomienda el barrio Imparatul Romanilor (Emperador Romano). En el restaurante del hotel, deléitese nuevamente con los postres (Palatschinken) y compare luego las murallas de Sibiu con las de Nuremberg. Después del reconocimiento de las “ciudades sajonas”, examine el sector opuesto.
Paso de Rote-Turm. A través de este paso, diríjase hacia el sur, a la Oltenia (Pequeña Valaquia). Interrumpa el viaje en el convento de Cozia, donde se halla la tumba de Mircea cel Batrin, el abuelo de Vlad Tepes. De ahí hasta Rimnicu Vilvea. Detrás de la ciudad, desvíese hacia el noroeste.
Curtea de Arges, Cimpulung (de 1330-1369) y Tirgoviste (desde 1396 hasta el siglo XVII) son las antiguas capitales de Valaquia. En las tres se encuentran las cortes principescas de los voivodas valacos. Las instalaciones de Tirgoviste son las mejor conservadas.
Bucarest (1.700.000 habitantes) es también una ciudad-museo: quien desee informarse sobre la historia del país debe dirigirse al Museo de Historia Rumana, al Museo de Arte, con su sala de arte feudal, y al Museo de Historia de Bucarest, si dispone de tiempo, puede echar un vistazo a la antigua corte principesca (Curtea Veche), situada en uno de los lugares arquitectónicos más bellos. En todo caso, no deje de visitar el Museo de la Aldea Rumana, al aire libre, en el que exponen los distintos tipos de viviendas de Rumanía, provistas de interiores originales: una lección de creatividad campesina. Quien quiera apreciar el legendario ataque nocturno del ejército turco, el rechazo del pago del tributo, o el asesinato de los boyardos en óleos del siglo XIX, debe visitar la Galería Nacional y el Museo Theodor Aman, donse se encuentran las obras del pintor del mismo nombre (1831-1891).
Snagov (a 40 kilómetros de Bucarest) en el lago Snagov y rodeado por el bosque de Snagov, se halla el convento insular. Nadie se asombra de que semejante acumulación de encantos atraiga a los habitantes de Bucarest en los fines de semana. En lo posible, el turista debe viajar entre semana. Se cruza el lago con una barca hasta la Casa de Baños, y el inevitable tiempo de espera puede emplearse en un reconfortante refrigerio en el restaurante del lugar (¡el quisco de la orilla vende miel turca!). En cualquier momento el patrón de la barca reunirá su rebaño y partirá hacia Snagov. El edificio del convento data del siglo XVI, y los monjes de servicio describen la tumba de Drácula en seis idiomas distintos. Como era de esperar, cuando se abrió en 1931, la hallaron vacía.
No vale la pena prolongar el viaje hacia el sur o el este, hacia las ciudades de Giurgiu y Kiliá. Las murallas fortificadas de Giurgiu, ordenadas por Mircea cel Batrin, fueron derribadas en 1829, y, hoy en día, Kiliá no es ni rumana ni húngara, sino rusa. Así como el diablo evita el agua bendita, haga lo propio con el castillo de Bran (Törzburg), al sur de Brasov. El castillo, levantado en el siglo XIII por la Orden de Caballeros Teutones y reconstruido por los ciudadanos de Kronstadt, corresponde con tal exactitud al cliché de los castillos de Drácula que ni siquiera los turistas norteamericanos lo aceptan como residencia del príncipe Vlad Tepes. El guía para extranjeros muestra el dormitorio de Drácula, amueblado con una voluminosa cama con un dosel recocó que provoca la risa general: el filme y la realidad se superponen. Con absoluta seguridad, Vlad Tepes jamás pisó Törzburg. Puede seguirse desde aquí, la ruta de la huida del príncipe. Probablemente pasó por su fortaleza Poenari. Las ruinas están en el valle del río Arges, 25 kilómetros al norte de Curtea de Arges. El camino, que sale de allí y atraviesa el macizo de Fagaras hacia Transilvania, es el paso de montaña más elevado de Rumanía (2.045 metros de altitud). Corre paralelo al paso de Roten-Turm y conduce a un magnífico paisaje de montaña.
De Sibiu hacia Hunedoara, primitiva residencia de la familia Hunyadi, con su castillo, construido en estilo gótico combinado con hierro. Es demasiado tarde ya para decirle que también puede llegarse a Hunedoara por otra ruta. Después de la inspección a Poenari, vuelva a Curtea de Arges y diríjase al paso de Roten-Turm, pasando por el convento de Cozia hasta Brezoi; desvíese luego hacia el oeste. A partir de ahí sigue un camino de montaña, parcialmente asentado, por la cordillera de Lotru hacia Petrosani. Pase a ser un paisaje romántico, salvaje, algo sombrío (osos y bayas), no se adentre en él sin ruedas de recambio.
El viaje de regreso por Hungría debe proyectarse incluyendo los lugares en los que estuvo detenido el príncipe.
Visegrád. El palacio renacentista que Matías Corvinus construyó allí fue restaurado recientemente, al igual que las ruinas del capitolio, más arriba del palacio, y las instalaciones de defensa en Berghang (Torre de Salomón). Justo al lado del capitolio hay un hotel con una vista excelente sobre un recodo del Danubio. Un viaje sobre las huellas de los colmillos y las estacas no puede darse por concluido sin visitar el lugar donde le espera un espléndido retrato del príncipe del que puede disponer diapositivas para llevarse a casa: el castillo de Amras, junto a Innsbruck.
Un itinerario Drácula, en honor a Vlad Tepes, es algo más que la suma de un relato histórico y una novela de vampiros. Un viaje a través de Rumanía se nutre de la tensión entre dos círculos culturales, que se expresan perfectamente en la arquitectura. Al sur de los Cárpatos, la influencia greco-bizantina; al norte, la gótica, la construcción cerrada, defensiva, de las aldeas alemanas, frente a la estructura abierta, atractiva, de las rumanas. Construcciones campesinas en Transilvania y conventos en Muntenia y Moldavia. Una inmensa variedad de arquitectura aldeana, que por suerte aún no ha quedado sofocada bajo la masa uniforme de las viviendas prefabricadas, eternamente iguales. Pocos son los países en los que el sentido de la historia, del saber por qué algo es como es, se muestra de un modo tan intenso como allí, donde diferentes confesiones, diferentes naciones deben convivir.
Fuente: DRÁCULA. Vlad Tepes, el Empalador, y sus antepasados. De Ralf-Peter Märtin.
Editorial: Tusquets Editores.
Título original: Dracula. Das Leben des Fürsten Vlad Tepes.
Petroseni? es Petrosani
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Gracias por la corrección. Saludos.
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