Fahrenheit 451 y la actualidad

Les comparto un extracto de la novela distópica de Ray Bradbury que llamaron mucho mi atención y a su vez me hicieron reflexionar.

(El jefe de bomberos Beatty al personaje principal y bombero, Montag)

¿Cuándo comenzó todo esto, te preguntas, este trabajo, cómo se organizó, cuándo, dónde? Bueno, yo diría que comenzó realmente en una llamada Guerra Civil. Aunque según nuestro reglamento fue fundado antes. Pero en verdad no progresamos hasta que apareció la fotografía. Luego las películas cinematográficas, a principios del siglo veinte. La radio. La televisión. Las cosas comenzaron a ser masa. Y como eran masas, se hicieron más simples. En otros tiempos los libros atraían la atención de unos pocos, aquí, allá, en todas partes. Podían ser distintos. Había espacio en el mundo. Pero luego el mundo se llenó de ojos, y codos, y bocas. Doble, triple, cuádruple población. Películas y radios, revistas, libros descendieron hasta convertirse en una pasta de budín.

Se abreviaron los años de estudio, se relajó la disciplina, se dejó de lado la historia, la filosofía y el lenguaje. Las letras y la gramática fueron abandonadas, poco a poco, poco a poco, hasta que se las olvidó por completo. La vida es lo inmediato, sólo el trabajo importa. Divertirse, sí, pero después del trabajo. ¿Por qué aprender algo salvo apretar botones, insertar llaves, ajustar tornillos y tuercas?

La cremallera remplazó al botón, y el hombre no tiene tiempo para pensar mientras se viste a la hora del alba, una hora filosófica, y por lo tanto una hora melancólica.

Autores llenos de pensamientos malignos ¡cerrad vuestras máquinas de escribir! Así lo hicieron. Es natural que no se vendan libros, dijeron esos hombres. No comenzó en el gobierno, no hubo órdenes, ni declaraciones, ni censura en un principio, ¡no! La tecnología, la explotación en masa, y la presión de las minorías provocó todo esto, por suerte. Hoy, gracias a ellos, uno puede ser continuamente feliz.

Con escuelas que lanzan al mundo más corredores, saltarines, voladores, nadadores en vez de caminadores, críticos, conocedores y creadores imaginativos, la palabra «intelectual» se convirtió en la interjección que merecía ser. Uno siempre teme las cosas insólitas. Recuerdas seguramente a un compañero de escuela excepcionalmente brillante, que recitaba las lecciones y respondía a las preguntas mientras los demás lo miraban con odio, inmóviles como estatuas de plomo. ¿Y no era este mismo compañero brillante el que golpeaban y torturaban al salir de la escuela? Claro que sí. Todos debemos parecernos. No nacemos libres e iguales, como dice la Constitución, nos hacemos iguales. Todo hombre es la imagen de todos los demás, y todos somos así igualmente felices. La conclusión es muy sencilla. Un libro, en manos de un vecino, es un arma cargada. Quémalo. Saca la bala del arma. Abre la mente del hombre. ¿Se sabe acaso quién puede ser el blanco de un hombre leído? ¿Yo? No puedo aceptarlo. Y así, cuando las casas de todo el mundo fueron incombustibles, no se necesitaron bomberos para cumplir su antigua misión. Se les dio otro trabajo, el de custodios de la paz de nuestras mentes, el centro de nuestro comprensible y recto temor a ser inferiores. El bombero se convirtió en censor, juez y ejecutor oficial. 

Si no quieres que un hombre sea políticamente desgraciado, no lo preocupes mostrándole dos aspectos de una misma cuestión. Muéstrale uno. Que olvide que existe la guerra. Es preferible que un gobierno sea ineficiente, autoritario, y aficionado a los impuestos, a que la gente se preocupe por esas cosas. Que la gente intervenga en concursos donde haya que recordar las palabras de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de los Estados, o cuánto maíz cosechó Iowa el año último. Llénalos de noticias incombustibles. Sentirán que la información los ahoga, pero se creerán inteligentes. Les parecerá que están pensando, tendrán una sensación de movimiento sin moverse. Y serán felices, pues los hechos de esa especie no cambian. No les des materias resbaladizas, como filosofía o psicología, que engendran hombres melancólicos. El que pueda instalar en su casa una pared de TV, y hoy está al alcance de cualquiera, es más feliz que aquél que pretende medir el universo, o reducirlo a una ecuación. Las medidas y las ecuaciones, cuando se refieren al universo, dan al hombre una sensación de inferioridad y soledad. Al diablo con esas cosas. ¿Qué necesitamos? Más reuniones y clubes, acróbatas y magos, automóviles de reacción, helicópteros, sexo y heroína. Todo lo que pueda hacerse con reflejos automáticos.

He leído unos pocos libros en mi juventud, sé de qué se trata..¡Los libros no dicen nada! Nada que puedas aprender o leer. Hablan de gente que no existen. Delirios imaginativos, cuando son obras de ficción. Y si no son de ficción, peor aún. Un profesor que llama idiota a otro, un filósofo que clava los dientes en el gaznate de otro. Todos corren de aquí para allá, apagando las estrellas, extinguiendo el sol. Uno se siente perdido.

Yo les pregunto, ¿no estamos ya demasiado cerca de que esto suceda? En una sociedad cada vez más abrumada por los medios, devorando información por montones, pero sin poder ser capaces de crear un criterio propio. Por una sociedad que castiga el individualismo, que rechaza al que es distinto, pero acoge todo lo que es masivo. Quizá Bradbury no estaba tan mal en su momento, y solo predijo lo que nuestros ojos ya están viendo.

NOTA: Para quien no esté muy enterado de la obra; el título del libro hace referencia a la temperatura necesaria para que el papel de los libros se queme. Su equivalencia en grados centígrados es de 232.8.

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13 comentarios en “Fahrenheit 451 y la actualidad

  1. Ese libro lo leí hace algo de diez años, y anoche lo volví a leer. Tremendo, en mi opinión es una descripción de la sociedad actual, al punto que se me ponía la piel de gallina mientras leía las reflexiones que iban teniendo los personajes. Muy recomendable para analizar y reflexionar sobre la actualidad de nuestra sociedad.

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