Esta bibliopatología seguro encontrará muchos adeptos entre quienes lo lean. Todo un gusto «sufrirla».
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Conocida como La Madre de todas las patologías del libro, es un don padecerla, pero para muchos puede ser una pesadilla. En casos extremos podría desencadenar algunas de las ya vistas patologías.
El término bibliófilo, según la Real Academia Española (RAE), significa:
1. Persona aficionada a las ediciones originales, más correctas o más raras de los libros.
2. Persona amante de los libros.
Muchas veces el término es confundido con el de bibliómano, aunque este caso es algo más extremista, pues el bibliómano es aquélla persona que sufre de bibliomanía, que como toda manía no es mas que un trastorno mental que aumenta el furor por algo, en este caso los libros.
No soy un experto en el tema, así que me apoyaré en el gran Umberto Eco para que nos ejemplifique, de manera jocosa, la diferencia entre ambos términos:
Tomado de su ensayo Desear, poseer, enloquecer:
Para establecer una línea divisoria entre bibliofilia y bibliomanía daré un ejemplo. El libro más raro del mundo, en el sentido de que probablemente no existen más copias en circulación en el mercado, es también el primero, la Biblia de Gutenberg. La última copia circulante fue vendida en 1987 a compradores japoneses por algo así como seis millones de dólares. Si apareciese una nueva copia, no valdría seis millones de dólares sino cientos o miles de miles. Por eso, todo coleccionista tiene un sueño recurrente: encontrar una viejita de noventa años que esté tratando de vender un viejo libro que tiene en casa, sin saber qué es, contar las líneas, ver que son efectivamente cuarenta y dos, y descubrir que es una de las Biblias de Gutenberg; después, entonces, calcular que a la viejita le quedan pocos años de vida y que necesita de curas médicas, decidir ahorrarle el encuentro con un librero deshonesto que quizás le daría sólo algunos miles de dólares (ella contentísima), ofrecerle en cambio cien mil dólares con los cuales ella, extasiada, renovaría su vestuario hasta el día de su muerte, y conseguir así un tesoro para la propia casa.
Y después, ¿qué sucedería? Un bibliómano guardaría la copia secretamente para sí, y ojo con mostrarla, pues se pondrían en movimiento los ladrones de medio mundo; y entonces, la hojearía solo, de noche, como Tío Rico cuando se baña en sus dólares. Un bibliófilo, en cambio, querría que todos la vieran y supieran que es suya. Más tarde, escribiría al intendente de su ciudad, le pediría que hospedara el libro en el salón principal de la biblioteca comunal, pagando él mismo los enormes gastos de seguro y vigilancia, y reservándose, como máximo, para sí mismo y sus amigos, el privilegio de ir a verla sin hacer la fila cada vez que así lo deseen. Pero ¿en qué consiste el placer de poseer el libro más raro del mundo, sin la posibilidad de levantarse a las tres de la mañana para ir a hojearlo? Éste es el drama: tener la Biblia de Gutenberg es como no tenerla. Y entonces ¿qué sentido tiene soñar con esa utópica viejecilla? Y bien, el bibliófilo sueña siempre con ella, como si fuera un bibliómano.
Increíble ejemplo.
Sin duda la línea que separa ambos casos es muy delgada.
Si quieres leer completo este texto de Umberto puedes hacerlo a continuación: Desear, poseer, enloquecer
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Con esta bibliopatología se cierra una semana entera de Enfermos del libro, deseando que el verdaderamente enfermo se cure, pero sobre todo, que el auténtico amante de la literatura comparta y propague su «enfermedad».
Pingback: ¿Cuántas palabras contiene un libro? | Mr.Poecraft Hyde
Ehhh pues yo soy amante de los libros 🙂
A lo de las ediciones originales la verdad no, aveces ando detrás de cada libro que si de verdad logro encontrarlo compro la edición que sea!
Gracias por instruirnos!!
Saludos
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Fue un placer llevar a cabo esta temática, aprendí mucho. Saludos!
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