La novela gótica

Fragmento tomado del ensayo «Historia del cuento clásico de terror» de Joan Escudé González.

La novela gótica.

La tendencia más destacada del relato fantástico surgida en la Gran Bretaña debe su nombre a la presencia casi obligada del castillo medieval, verdadero protagonista de este tipo de literatura, y a su compleja arquitectura repleta de pasadizos secretos, puertas falsas y un sinfín de habitaciones. Esta estructura laberíntica se presta a crear ambientes inquietantes de sombras, ruidos extraños y cadáveres a discreción. De hecho, el castillo se perfila en todas estas narraciones como núcleo del suspense y del espanto demoníaco. El esquema general incluye, además, a un noble malvado y tirano que desempeñaba el papel de villano; a la inocente y virtuosa doncella, largamente perseguida, que sufre los mayores terrores y sirve de punto de vista y centro de las simpatías del lector; al héroe valeroso e inmaculado, de alta cuna pero vestido a menudo con humilde disfraz; y también el convencionalismo de rimbombantes nombres extranjeros para los personajes, y una serie interminable de elementos escenográficos, tales como luces extrañas, trampas húmedas, lámparas apagadas, manuscritos ocultos y mohosos, goznes chirriantes, tapices que se estremecen y demás. Todo este aparato aparece una y otra vez con divertida invariabilidad, a veces con tremendo efecto, a lo largo de la historia de la novela gótica; y no ha desaparecido hoy, ni mucho menos, aunque una técnica más sutil le confiere una forma menos ingenua y evidente.

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La primera novela gótica donde aparecen todos los elementos que constituyen la esencia del género es
El castillo de Otranto (1764), de Horace Walpole (1717-1798). La historia tiene un estilo animado y prosaico cuya vivacidad impide la creación de una atmósfera auténticamente espectral en ningún momento. Nos habla de Manfredo, príncipe usurpador y sin escrúpulos, decidido a fundar una dinastía, el cual, tras la muerte súbita y misteriosa de su único hijo, intenta casarse con la dama destinada al malogrado hijo, Isabel, que huye ante los designios de Manfredo, y encuentra en las criptas subterráneas del castillo a un noble y joven protector, Teodoro, con aspecto de campesino, aunque tiene un sorprendente parecido con el antiguo señor que gobernaba el dominio antes de la época de Manfredo. Poco después, el castillo se ve asediado por fenómenos sobrenaturales de diverso carácter: aquí y allá aparecen fragmentos de una armadura gigantesca, un retrato se sale del cuadro y camina, un trueno destruye el edificio, y un espectro colosal y armado surge de las ruinas del castillo. Finalmente se descubre que Teodoro es hijo del anterior señor del castillo y legítimo heredero de las posesiones.

La historia creada por Walpole se considera acartonada, y completamente desprovista del horror que caracteriza a la literatura preternatural. Pero era tal la apetencia que la época sentía por estas pinceladas de extrañeza, y por la espectral antigüedad reflejada en ellas, que la obra fue acogida con toda seriedad por los lectores más sesudos, y puesta en un encumbrado pedestal dentro de la historia literaria. Lo que hizo por encima de todo lo demás fue crear un tipo de escenario, de personajes y de incidentes enteramente nuevos, los cuales, manejados con habilidad por manos más diestras darían lugar a grandes novelas de la escuela gótica.

Una de las autoras más importantes del género fue Anne Radcliffe (1746-1823), cuyas famosas novelas hicieron del terror y el suspense una moda, e instauraron nuevas pautas en lo que atañe a la atmósfera aterradora y macabra. La autora inglesa escribió alrededor de seis novelas, de la que destaca Los misterios de Udolpho (1794). Puede considerarse a esta novela prototipo de la novela gótica del primer período. Sin embargo, las obras consideradas culminantes de este género son: El monje y Melmoth el errabundo.

El monje (1795) de Matthew Gregory Lewis (1775-1818), autor educado en Alemania, saturado de delirantes tradiciones teutonas desconocidas por sus predecesores, dio al terror formas más violentas de lo que nadie se habría atrevido a pensar; y el resultado fue una obra maestra de viva pesadilla cuyo carácter gótico está sazonado con cantidades adicionales de elementos macabros.

La historia trata de un monje español, Ambrosio, a quien hace caer desde su estado de orgullosa virtud al fondo mismo del mal un demonio que adopta la forma de la joven Matilde, el cual, cuando finalmente el desdichado espera la muerte a manos de la Inquisición, le induce a comprar su huida al Demonio, quien pone como precio su alma, porque, le dice que tanto el cuerpo como el alma los tiene perdidos. Seguidamente, el Demonio lo lleva a un paraje solitario, le dice que ha vendido su alma en vano, ya que estaba a punto de concedérsele el perdón y una posibilidad de salvarse en el momento de su horrenda transacción, y consuma la sarcástica traición reprochándole sus crímenes enormes, y arrojándole al precipicio, con lo que hunde su alma en la perdición eterna. La novela contiene descripciones sobrecogedoras, como los conjuros en la cripta bajo el cementerio del convento, la quema del convento y el fin último del desdichado abad. Sin embargo, El monje es una novela que resulta demasiado larga y difusa, y pierde fuerza a causa de su ligereza, así como por la exagerada reacción contra aquellos cánones del decoro que Lewis despreciaba al principio por considerarlos mojigatos.

Las novelas góticas empezaron a aparecer ahora, tanto en Inglaterra como en Alemania, en profusión multitudinaria y mediocre, pero la mayoría eran simplemente ridículas a la luz del gusto maduro. La escuela de lo gótico se estaba agotando; sin embargo, antes de su desaparición surgió su última y más grande figura en la persona de Charles Robert Maturin (1782-1824) que concibió finalmente la obra maestra del horror, Melmoth el errabundo (1820), en la que la novela gótica alcanza unas alturas de pavor espiritual como jamás había conocido.

gothic
Melmoth es la historia de un caballero irlandés que, en el siglo XVII, consigue prolongar la vida por mediación del Diablo, a cambio de su alma. Si logra persuadir a otro de que le libere de esta transacción y asuma su estado, se salvará; pero no consigue llevar a efecto este intercambio, por muy insistentemente que acosa a aquellos a los que la desesperación vuelve imprudentes y frenéticos. La estructura del relato es muy torpe y exageradamente larga, pero en diversos momentos de la novela se siente el pulso de una fuerza inexistente en las obras anteriores de este género, una afinidad con la verdad esencial de la naturaleza humana, una comprensión de las fuentes más hondas del auténtico miedo y una abrasadora pasión de simpatía por parte del escritor. Realmente, el estilo de Maturin merece un elogio especial, pues su forma directa y su vitalidad se elevan por encima de las pomposas artificiosidades de que pecan sus predecesores.

La novela gótica cumple finalmente con su ciclo, el que comenzó como una rebelión ante la Edad de la Razón y finaliza con la incorporación de la razón como determinante del terror.

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5 comentarios en “La novela gótica

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