Por Max Aub (1903 – 1972).
Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquélla criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquéllo, que si lo de mas allá. Le metí una toalla en la boca para que se callara.
No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.
Una maravilla.
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Lo es, me gustan estos microrrelatos. Saludos!
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Pues yo no lo conocía. ¡Gracias por compartirlo! Me gusta mucho.
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Ya había leído este relatito, gracias por recordármelo, moriré así jaja 😂😁
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Jajaja muy probable…
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😐
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