Hoy en día no se puede hablar de literatura mexicana, incluso hispanoamericana, sin mencionar estos dos nombres: Juan Rulfo y Carlos Fuentes. El primero de ellos, aun contando con una obra poco extensa, dejó una huella imborrable en las letras hispanas.Por supuesto que su obra maestra es Pedro Páramo (1955), la cual marcó un antes y un después en la literatura hispana. Sobre esta obra Carlos Fuentes mencionó en su momento:

«Pedro Páramo es la mejor novela que se haya escrito jamás en México, no es una novela mexicana, es hispanoamericana, es una gran novela de la lengua española y es universal».

Y no solo recibió admiración de Fuentes, otros como Gabriel García Márquez, Günter Grass, Mario Benedetti, y el maestro Jorge Luis Borges declararon su admiración por el escritor nacido en Sayula, Jalisco.

Es indudable la influencia de esta obra en posteriores, proclamada como una de las impulsoras del realismo mágico. Incluso Rulfo es comúnmente mencionado entre uno de los precursores de dicho movimiento, al lado del venezolano Arturo Uslar Pietri y el ecuatoriano José de la Cuadra. De ellos surgieron posteriormente grandes clásicos, y uno de ellos por supuesto que es Aura (1962), de Carlos Fuentes, obra influenciada por los matices mágicos, adornada con un velo de oscuridad y atmósfera sobrenatural.

Fuentes, miembro del fenómeno literario que azotó de buena forma a todo el mundo en los años 60’s y 70’s denominado Boom latinoamericano, al lado de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar; logró hacerse un legado gracias a su extensa obra, la cual abarca desde novelas y relatos hasta guiones cinematográficos y libretos de ópera.

Estas dos obras son para mí, que estoy muy lejos de ser un gran conocedor de la literatura de mi país (he de aceptarlo), las obras que más impacto han logrado cuando me di la oportunidad de disfrutarlas. Además, ambas tienen ese tinte sobrenatural, esa realidad mutada y ese destiempo que en ocasiones puede costar un poco de trabajo, pero que una vez tomado el hilo no quieres soltarlo hasta no ver su final.

Lo anterior hace que ambas obras vayan muy acorde al día de hoy, Día de los Muertos, celebración ancestral que personalmente es mi favorita, en donde a la Muerte se le burla, se convive con ella y se recuerda a aquéllos que no están más con nosotros. Una fiesta llena de color, comida, humor y tradición.

Porque a la muerte nadie puede huir, así que mejor disfrutemos nuestro tiempo, y si es leyendo qué mejor.

Feliz día de Muertos a todos.