Título original: El Aleph
Año de publicación: 1949 (Editorial Losada)
Mi edición:
Alianza Editorial (2009), 201 pág.,
ISBN 978-84-206-3311-4
Este volumen reúne dieciocho relatos de Jorge Luis Borges, entre ellos quizá los más elogiados y repetidamente citados. Tanto «El inmortal» como «Los teólogos», «Deutsches Requiem» y «La espera» muestran las posibilidades expresivas de la «estética de la inteligencia» borgiana, inimitable fusión de mentalidad matemática, profundidad metafísica y captación poética del mundo.
Contenido:
El inmortal / El muerto / Los teólogos / Historia del guerrero y de la cautiva / Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874) / Emma Sunz / La casa de Asterión / La otra muerte / Deutsches Requiem / La busca de Averroes / El Zahir / La escritura del dios / Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto / Los dos reyes y los dos laberintos / La espera / El hombre en el umbral / El Aleph
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No sabría ni por dónde empezar a describir este libro, que si bien se trata de una relectura, me es casi imposible hacerlo debido a la erudición que el Maestro desprendía de su mente y que tan gratamente grabó en sus textos. Siento que cualquier intento sería inútil.
«Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse inmortal»
Hablar de Borges y sus relatos es hablar del universo y su tiempo, es hablar de las culturas antiguas, de lo que fue y no fue, pero que algún día será; Borges es espejos, laberintos y dioses.
Estos relatos, todos de carácter fantástico a excepción de Emma Sunz, son títulos que a pesar de la enorme cantidad de información que contienen, no pretenden saturar al lector, si no a través de estos datos transmitir la idea del tiempo, la muerte, la inmortalidad, la venganza, el pasado, las dimensiones que muchas veces se bifurcan para posteriormente entrelazarse. Simplemente una belleza que te hace cuestionar tu propia existencia y todo lo que creemos conocer y damos por sentado.
«… Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo. «
Recomiendo ampliamente esta y cualquier lectura de Borges, aunque no es para un lector que se inicia en este arte, si no para un lector avanzado con gustos definidos y mayor capacidad de análisis, y aún así algunos fragmentos pueden llegar a ser leídos varias ocasiones para absorber en su totalidad el sentido y la riqueza de la palabra.
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Mi calificación en Goodreads fue de 5 estrellas (5/5).
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(Si el ejemplar no coincide con el mostrado en esta reseña, trataré de ofrecer lo mejor en cuanto a calidad-precio)
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Una lectura emblemática para los lectores de literatura fantástica y literatura latinoamericana. Pero como bien dices, no debe recomendarse a lectores primerizos, ya que el estilo del maestro Borges se eleva a niveles de erudición sorprendentes. Tal vez sea mejor empezar con «Historia universal de la infamia» o algun otro.
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Gracias por tu comentario Guillermo. Tu recomendación es correcta, «Historia…» es mucho mas «digerible». Saludos.
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