Julio Cortázar, Aniversario luctuoso

CORTAZAR

JULIO FLORENCIO CORTÁZAR
AGOSTO 26, 1914 / FEBRERO 12, 1984

Un día como hoy, hace 32 años, fallecía uno de los más grandes representantes de la literatura latinoamericana, el gran Julio.

Y como siempre dicho, no hay mejor forma que recordar a un gran escritor que leyendo sus obras, y cuál es más importante sino Rayuela. Amada y odiada, pero única.

Comparto, a modo de introducción a la obra, sus mejores frases:

∞  ∞  ∞  ∞  ∞

Ω Hacíamos el amor como dos músicos que se juntan para tocar sonatas…Era así, el piano iba por su lado y el violín por el suyo y de eso salía la sonata.

Ω No veía nada de malo, pues no tenía ojos; no escuchaba nada de malo, pues no tenía oídos; ¡pero me vengaré!

Ω Los recuerdos solo pueden cambiar el pasado menos interesante.

Ω Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.

Ω Cómo cansa ser todo el tiempo uno mismo.

Ω Y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios.

Ω Oh mi amor, te extraño, me dueles en la piel, en la garganta, cada vez que respiro es como si el vacío me entrara en el pecho donde ya no estás.

Ω Procuremos inventar pasiones nuevas, o reproducir las viejas con pareja intensidad.

Ω No hay sustancias más letales que esas que se cuelan por cualquier parte, que se respiran sin saberlo, en las palabras o en el amor o en la amistad.

Ω La mejor cualidad de mis antepasados es la de estar muertos; espero modesta pero orgullosamente el momento de heredarla.

Ω Sólo viviendo absurdamente se podría romper alguna vez este absurdo infinito.

Ω Los milagros nunca me han parecido absurdos; lo absurdo es lo que los precede y los sigue.

Ω Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos.

Ω Fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones, y lo que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas y tickets de metro.

Ω Lloremos cara a cara, pero no ese hipo barato que se aprende en el cine.

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